lunes, julio 27, 2009

Son las once y el camión no pasa. (III)

Camino.
Camino hasta que la noche se me viene encima como una cuenta vencida sin pagar. Camino hasta que parece que la parada de autobús es el mejor recuerdo al cual asirme. No conozco ninguna de las calles, todos sus nombres me suenan ajenos, ofensivos.
Cruzo unas cuantas calles en una soledad inmensa, y llegó a la siguiente parada del camión. Hay gente esperándolo, mirando hacia la avenida con la misma seguridad que se tiene al decir que el sol saldrá mañana. Su inquebrantable certeza me atrae como insecto a la luz. Ellos dicen, ¿cómo no tener razón? ¿Cómo no va a pasar el autobús? Esta certidumbre inexplicable que nos ata a la parada se multiplica por dos, por tres, por cinco y moverá las montañas necesarias para hacer que un camión pase. Me siento obligado a decirles que no es cierto, que todo sobre lo que han fundado su nocturna fe es una mentira, pero súbitamente les temo. ¿Quién se enfrentaría solo a tanta convicción religiosa?
Dejo atrás la secta de autobusistas y vuelvo a dirigirme avenida abajo. En esta oscuro transitar, apenas roto por aventuradas farolas, me pongo a imaginar lo fácil que resultaría desentenderse de la humanidad y arrebatar todo rastro de dignidad a un semejante. Me dan escalofríos, mas no cambio el rumbo ni la meta. Dos calles abajo, poco a poco pero cada vez más angustiantemente, cual fecha de entrega, se aproxima un hombre. Voluminosa chaqueta de los Cowboys, pantalones de mezclilla desgastados, las manos en los bolsillos, gorro negro tejido; todos los músculos de mi cuerpo se tensan al dar el siguiente paso.
Especulo. Este hombre no es más que otro viajero perdido. Me tranquilizo. Pero bien podría ser un viajero que ha perdido el rumbo en la vida, y que decidiera dedicarse a la manera más fácil de hacerse de lo que no le es propio. Contemplo la posibilidad y me horrorizo. Aunque claro, quizás sólo se acerque a mí a preguntarme una dirección que lo guie de regreso a una vida de rectitud y honradez, pero quizá para ello no necesite de mis palabras sino de mis órganos internos, o peor aún, los externos, así que mi corazón no envidia a mis pulgares y se pone a latir con desparpajo. El hombre se acerca inexorablemente y cada una de mis hipótesis es rechazada. Me pasa por un lado como quien le pasa por un lado a un árbol sólo ligeramente más notorio que todo el fondo, se acerca a un portón y lo abre tranquilamente. Me avergüenzo de no haber sido ni siquiera una posibilidad peligrosa para él. Quizás sea esta cara de simplón, o quizá sea este paso de quien no sabe bien a bien a donde se dirige ni cuando ha de llegar.

sábado, julio 11, 2009

Son las once y el camión no pasa (II).

-No llego hasta la terminal. Llego hasta X.
-¿Hasta X?
-Ajá. ¿Sube?
-Pero el que va hasta la terminal, ¿sí va a pasar?
-Uuh, no creo. ¿Sube?
¿Me está dejando alguna opción?
-Sí, sí. Aquí tiene. Gracias.
Las luces del fondo parpadean.
Hay tres o cuatro incautos más. Al primer enfrenón, la cubierta debajo de la última fila de asientos se viene abajo con estrépito. Nadie se acomide a recogerla. Ni el conductor siquiera. Mucho menos el conductor.
Dos calles antes de X, la variedad de la noche:
-Sólo llego hasta X.
-Que sólo llega hasta X, güey.
-¿Hasta X?
-Ajá.
-Puta madre, nel, ¿tons pa' qué nos subimos?
-Nel, sí súbete.
-Pero ya es aquí adelantito.
-¡Órale, ya súbanse que hace frío afuera!
-Órale chof, déjenos subir de a grapa, ¿no?
-Sí, ya es aquí adelantito.
-Ándele, rífese.
¿Quién puede negarle nada a semejante concurrencia?
-Vientos. Usted si rifa.
-Órale, culeros, el que no alcance lugar es puto.
-Buenas, compita. ¿Tú tiraste esta madre?
-Déjalo, güey. ¿No ves que es escritor?
-Chale, ya uno ni puede hacer amigos. Qué pedo.
Nadie me había dicho que las dos calles más largas de la ciudad están justo antes de X.
Al poner pie en tierra, me doy cuenta de que no tengo planes a futuro. Me asomo a contracorriente de la avenida a ver si el conductor mintió, pero no. El viento frío arrecia con un ligero olor a asfalto y soledad.
Así que ahora, a desgastar los zapatos.

Blog de Evolución de la UNAM