lunes, abril 27, 2009

¿Te acuerdas de cuando odiaba a Carlos Jobim?

-¿Te acuerdas de cuando odiaba a Carlos Jobim?- le preguntó mi padre a mi madre en la mesa.
-¿Sí? -dije intrigado.
-¿Y sí lo odiabas, papi?-preguntó escéptica mi madre.
-Me acuerdo que en alguna estación que transmitía cuando era chavo pasaban por lo menos dos de sus canciones cada hora. Pero yo ni siquiera asociaba su nombre a alguna canción. Lo que me molestaba era la voz del locutor anunciándolas cada vez "... y ahora, el inigualable Antonio Carlos Jobim". Así cada veinte minutos.
-Ja- me sonreí.
En la radio comenzaban a sonar los primeros acordes de Garota de Ipanema. De repente, todos nos callamos.
Olha, que coisa mais linda, mais cheia de graça...
Mi padre parecía perdido en sus memorias. Mi madre parecía combatir una mancha en el mantel.
...o seu balançado é mais que um poema, é a coisa mais linda
que eu já vi passar.
Comencé a cantar quedito.

miércoles, abril 22, 2009

Apología del bostezo (II)

Y la boca se abre.
Y de la insondable oscuridad apenas rota por el pequeño péndulo rojo surgen cientos y cientos de portentosos gusanos. Cada uno se aferra a los pedazos de carne que el anterior desprendió, hasta que convierten el interior de la boca en un amasijo sanguinolento que se escurre de las mandíbulas de su propietario. A continuación, es el rostro completo lo que se amorfa. Los ojos se salen de sus cuencas, fluyendo como un estornudo virulento. Los cabellos se secan, se hacen grises y comienzan a desprenderse en una cascada de plata y lodo que se lleva consigo los últimos vestigios de piel que aún permanecían adheridos.
Esa blanquísima calaca voltea a mirarte. Bien podrías ahogarte en el oscuro mar de sus órbitas. Separa la mandíbula y te dice:
-Tengo sueño.
Después, introduce su mano en tu boca y te provoca un bostezo. Estás frente a un espejo.

martes, abril 21, 2009

Apología del bostezo (I)

Estoy escribiendo de nuevo.
Es que se contagia.
Como los bostezos. Lo bueno de los bostezos, en cambio, es que te salen como te salen y no son malos ni buenos. Pueden salirte chistosos, sí. O muy ruidosos; yo he escuchado el bostezo de mi madre a 100 metros de distancia. O incluso pueden salirte silenciosos, muy largos, creando una atmósfera de tensión y suspenso que mantiene a todos en vilo, hasta que al final se acaba con un pequeño hipo como remate. Pero cada quien lo hace como puede, lo contagia al de al lado que también bostezará a su estilo, y así hasta que todos seamos artistas del bostezo. Pensándolo bien, no es tan diferente de escribir.
Pero en fin.

Blog de Evolución de la UNAM