viernes, agosto 28, 2009

La certeza más triste

Cuando comencé a acercarme seriamente a esto de la ciencia, tenía profundas esperanzas en que todas las preguntas serían muy pronto contestadas. Ilusionado con los cuentos de ciencia ficción que poblaban los estantes de la imaginación de mi niñez, llegué con la firme certeza de que no había interrogante que, con el debido tiempo, la ciencia no pudiera solucionar. Con aquella convicción en mente, me decidí a ser parte de ello. Quería ayudar a develar los misterios de la realidad, quería contribuir a responder las preguntas más profundas, quería desenmascarar todas las facetas del universo.

Hoy, me pregunto si todos pasaremos la misma desilusión. Nosotros que hacemos ciencia hemos aprendido a aceptar que la realidad en su conjunto es inaprensible. Somos capaces de demostrar, describir, teorizar, modelar, y una multitud de verbos que alguien más elocuente escribiría, en nuestro intento de comprender la realidad. Pero lo cierto es que no somos capaces de entenderla, mucho menos de explicarla. Muy en el fondo quizás, pero tarde o temprano nos damos cuenta de que siempre existirá una parte de nuestra realidad a la que no tendremos acceso.

Y sin embargo, nos sentimos compelidos a seguir marchando en bata blanca, a llevar la antorcha que guía a las masas, ocultando en lo más hondo el conocimiento más triste: saber que no podemos saber.

¿O acaso no es ésa la certeza más descorazonadora de todas?

Blog de Evolución de la UNAM