viernes, febrero 04, 2011

Mi perro se llama Gerundio


Es negro, con una pequeña pechera blanca y un collar rojo. No tiene ni rastros de raza a no ser que sus orejas de murciélago lo acerquen a la familia quiróptera, pero no lo creo porque no chocaría de frente con tantas cosas ni se tropezaría cada ocho escalones.

¡Oh, Gerundio!
Llegaaaste
a nuestras vidas
mordiendooo...


Y muerdes fuerte, ingrato pérfido. Recuerda quién te sacó de la calle y te dio un hogar y huesos.
Cuando yo era niño, una vez me metí en unos arbustos con espinas con las manos por delante. Ahora tengo más rasguños y heridas que entonces. Igual me quejo poco porque puedo decir que me las hice peleando con una fiera salvaje. Y no mentiría.
Tan grande es su obsesión voraz, que no puede hacer muchos amigos: la única forma en que sabe expresar su cariño es lastimándolos. Como dos puercoespines que se abrazan. Sólo que Gerundio es un puercoespín por ambos lados y ojalá preguntara antes de abrazar.
Se topó una vez con una mariposa vieja. Se quedó absorto unos minutos en su aleteo, mas en un instante le dejó ir los dientes encima. La tiró al suelo y le dio zarpazos torpes para pedirle que siguiera jugando. Al ver que no se movía, la liberó de la presión de sus patas y la mariposa echó a volar lastimeramente, sólo para ser cazada por Gerundio por segunda, tercera y cuarta vez, hasta que al final no quedaba de ella más que pedazos sueltos de alas multicolor y patas segmentadas. Y Gerundio seguía pidiéndole que jugara.

Pobre Gerundio, siempre destruyes lo que amas.

Que en tu caso es cercano a decir que lastimas a quien te ama.

Cuando llegó, no medía más que mi zapato izquierdo. Tenía una panza inflada que representaba un 50% de su masa total, digamos; panza que no lo dejaba caminar sin balancearse. Luego de excretar minigerundios que lo superaban en longitud por varios días, al fin tomó una forma más perruna. Además, crecía a diario, y ya no pude usar mi zapato izquierdo para medirlo porque lo había mordido; entonces lo puse contra el canto de la puerta del clóset y marqué por primera vez su altura. Semanas y mordidas después, al pensar en el caos que sería repetir la faena, preferí fotografiarlo con escala.Si me preguntaran qué es lo que me gusta de Gerundio, probablemente diría que su carácter absoluto como perro y como verbo. Luego agregaría sus ojos avellanados que rivalizan con cualquier voluntad de no darle de tu comida, los extraños bufogruñironroladridos que emite, sus orejas que crecen disparejas y su tenaz empecinamiento en obligar a todo perro, persona o artrópodo a jugar con él. Espero que nadie me lo pregunte para no tener que quedar como un cursi.
Gerundio llegó, como dice su nombre, cambiando nuestras vidas. Confío en que cuando crezca no dejará de ser el perroide que es, para que siga cambiándolas por mucho tiempo.
Gerundio como cambio, como absoluto y como perro.
Sigue siendo.

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