miércoles, junio 03, 2009

Nuestra fruta se descompone.

Paso por la sala de mi casa y huele a podrido. Cada una de las células de mi epitelio olfativo me maldice. Me acerco. Son las naranjas. Y las guayabas. Y las peras. Y las... Dios, ¿qué era esto?

La fruta se está pudriendo.

La hemos dejado así, abandonada, sin cuidado, sin voltear a verla, sin dedicarle cuidados o atenciones. Poco a poco fue perdiendo su dulzura, su sabor, su aroma, su pasión frutal. Lo pensamos inevitable. Creímos que era lo normal. Supusimos que a todos les pasaba. Sólo nos dimos cuenta de que se estaba descomponiendo hasta que fue demasiado tarde. Ahora, ¿cómo arreglarlo?

Podríamos hacer mermelada. Podríamos. Pero no será igual. No conservará el mismo sabor. Y no conseguimos nuestra fruta en un principio para hacerla mermelada. ¿Eso es lo que merecemos?
¿Merecemos perdernos para siempre de su fragancia natural sólo porque nos detuvimos a contemplarla por demasiado tiempo? En su momento disfrutamos contemplarla. Sus colores son hermosos. Nos regodeamos en sus contrastes, en sus texturas. Y dejamos pasar demasiado tiempo perdiéndonos en su semblante. No supimos que podíamos probarla. Eso. Nunca supimos que la fruta era para comerse. Ahora, está podrida.

Tú y yo, ¿queremos salvar nuestra fruta?

1 comentario:

gasupe dijo...

alo-mejor: la fruta se llama fruta por que se disfruta

o se pudre si no la disfruta, le quitas el prefijo dis y se vuelve otra vez en fruta.

si se pudre, siempre se pudre, la fruta la mierda y los barcos flotan en el agua.

Blog de Evolución de la UNAM